martes, 16 de septiembre de 2008

Un Rosario de rock

Carla Parody (carlaparody@yahoo.com.ar)

El frío se adueñaba de Rosario otra vez. Pero en las inmediaciones de uno de los shoppings de la Cuna de la Bandera no se notaba. Unos cientos de jóvenes comenzaron a caminar primero fuera y luego dentro del centro comercial con un sólo objetivo: encontrar el rock! Si, si, rock. Es que este viernes se realizó en la ciudad el Valmont Music Club y su grilla sedujo a muchos. Jugaron de locales Degradé y Fluido, para completar con TIN, Cuentos Borgeanos, Massacre y Catupecu Machu. ¿Vos te lo hubieras perdido?
Las puertas del salón Metropolitano (Alto Rosario Shopping) se abrieron pasadas las 19, mientras el sol caía. Los más ansiosos por vivir una noche a pura música ya estaban allí instalados. Y como siempre ocurre, lo bueno se hizo esperar.
Y todo comenzó a vibrar de golpe. Sonidos eléctricos. Dos personas sobre el escenario. Y después de los primeros toques la gente comenzó a mover la cabeza y más tarde cayeron en la burbuja musical. La banda porteña TIN (Trust in None) era la encargada, pasadas las 20, de la apertura de este mini festival. Desconocidos para algunos, eso no impidió que la música electro experimental de este dúo le de paso al precalentamiento que más tarde llegaría de la mano del rock.
Y pasó el primer set de la noche. La gente estaba ansiosa. De a poco iban llegando los grupos de chicos y chicas, algunos lookeados a la moda y otros fieles al estilo del rock, con sus remeras con estampas de las bandas.
El segundo grupo que subió a escena fue Cuentos Borgeanos. Con más espectadores, la banda que lidera Abril Sosa comenzó su segmento con Eternidad, el corte de su último disco de estudio que se titula Felicidades. El track list recorrió mayormente este cd sumando algunos clásicos de la banda. Aunque tuvieron algunos problemas técnicos con el micrófono de Abril en algunas oportunidades, la gente se sumó a la buena interacción que tuvieron. Y se dieron lugar para jugar. Cambio de roles, momento de rotación. Es que por un tema todos los integrantes de Cuentos intercambiaron entre sí los instrumentos.
Y llegaba ahora el turno de los locales. La primer banda que realmente se lució fue Degradé. Encabezados por Nahuel Marquet y Emiliano Cattáneo, mostraron una reducida lista (a pedido de la producción por cuestiones de tiempo) que los mostró musicalmente prolijos y atrapantes. En esta oportunidad, La hora azul, su más reciente disco, fue la carta de presentación para algunos. Hicieron temas como Espina, que es un clásico, Navegar y Conciencia musical para finalizar. Sin su guitarrista oficial, Julián Acuña (estaba tocando con Coki De Bernardi y Fito Páez en Porto Alegre, Brasil), los acompañó un viejo amigo. Pero eso no minimizó la cuota de innovación en su música, como están acostumbrados. Degradé es unos de los grupos rosarinos que se destaca por alejarse de los sonidos tradicionales y demostrar calidad y particularidad.
Ahora el estilo iba a cambiar por completo. A prepararse. Fluido es de esas bandas que arrasan, como lo haría más tarde Catupecu. Lolo Luciani y su gente hicieron también un excelente show. Definitivamente uno de los grupos rosarinos, como Degradé, que se merece estar en la primera categoría del campeonato musical nacional. Y fue el momento de estrenar baterista (Juan Pablo Sanchez) y un nuevo corista (Javier Vega, bajista) en su ciudad natal, ya que hicieron algunos shows en Buenos Aires con la nueva formación. Potentes, contundentes, con la nota justa para desacelerar ese sonido arrasador. “Envolvente y poderoso”, lo definió alguien que los escuchaba atentos desde el público.
Walas se estaba preparando. Massacre estaba en camarines mientras finalizaba Fluido. Minutos más tarde, plomos acomodando instrumentos, conectando cables. Todos movimientos rápidos. Y el público se unió en sólo grito cuando uno de los pocos hombres del rock que se anima a usar calzas de leopardo apareció. Y arrancaron con el tema Octava Maravilla, luego con un viejo y clásico tema que fue Querida Eugenia. Con esa actitud radiante y carismática que caracteriza a Walas, la noche se encendía tema tras tema. Realmente el público vibraba a cada momento. El dato musical: en lo que iba de la noche, la batería de esta banda fue la que marcó más presencia. El set de Massacre fue sin duda una fiesta y el más divertido. La frase: “Este recital viene con un aporte de calcio, vitamina a y mucho sexo. Hay una promo que podés cambiar tu vida por una mejor”. (Walas dixit)
El reloj marcaba ya la primer hora cumplida del 13 de septiembre. El final estaba latente. A las corridas ingresaron Fernando Ruiz Díaz, Herrlein, Macabre y el nuevo bajista Sebastián Cáceres. Los primeros acordes de El viaje del Miedo se dejaron escuchar y el público explotó. Un tanto distantes al comienzo, recién hicieron su saludo formal al octavo tema, tras una seguidilla de potentes canciones. Contundentes, prolijos, potentes y armónicos. Catupecu Machu se lució con un destacado track list. Al momento de tocar Magia Veneno, una gigante pelota de Valmont comenzó a girar sobre el público. “Es un gusto estar siempre acá. Gracias a todos”, fueron las palabras de Fer. Para Plan B invitó a Walas para que oficiara de cantante. “Gracias por prestarnos un ratito este tema”, le dijo. Y para la hora de los finales siempre es bueno dejar el mejor bocado. Llegaba así Dale! y Origen. Cuando saludaron y se retiraron del escenario, de golpe volvió Fer. “Ha llegado un gran amigo. Vamos a repetir un tema. Con ustedes, Mr. Zeta Bosio”. Sólo dijo eso y nada más importó. Volvieron con el tema Muéstrame los dientes y así era el mejor cierre que podía tener este mini festival en Rosario.

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